Cuenta la historia que un hombre muy virtuoso fue
injustamente acusado de haber asesinado a una mujer. En realidad el verdadero autor era una persona muy
influyente del lugar, por eso, desde el primer momento buscaron una víctima para
encubrir al verdadero culpable.
El hombre fue llevado a juicio sabiendo de antemano que
tendría muy pocas posibilidades de ser declarado inocente. Antes del juicio su
destino ya estaba decidido, iba a morir en la horca.
El juez que
también estaba confabulado, trató de dar todo el aspecto de un juicio justo e
imparcial y por ello dijo al acusado:
-Conociendo tu fama de hombre justo y sabiendo que eres
un fiel creyente, vamos a dejar tu destino en las manos de Dios, así que vamos
a escribir en dos trozos de papel las palabras culpable e inocente. Tú
escogerás uno y será la voluntad de Dios la que decida tu destino. Por supuesto
el juez había preparado dos papeles con la palabra: culpable.
La pobre víctima aún sin conocer los detalles se daba
cuenta que el sistema propuesto era una trampa. No tenía escapatoria.
Cuando el Juez ordenó al hombre que tomara uno de los
dos papeles doblados. El acusado se quedó en silencio unos segundos con los
ojos cerrados y cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y
con una amplia sonrisa tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca se lo
tragó.
Sorprendido e indignado el Juez le reprochó
airadamente:
-¿Pero qué has hecho? ¿Y ahora cómo vamos a saber el
veredicto?
-Es muy sencillo respondió el hombre, es cuestión de
leer el papel que queda y sabremos lo que decía el que me tragué.
En medio de un gran bullicio en la sala y ante la
evidente desilusión del Juez, no tuvieron más remedio que liberar al acusado.
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Por más difícil que se nos presente una situación, nunca
dejemos de buscar la salida, ni de luchar hasta el último momento. En momentos
de crisis: sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”.
Albert Einstein.PARA IR AL INDICE DEL BLOG Hacer ClickINDICE GENERAL