Quizá protestes, diciendo: “¡No es verdad! Yo no quiero sentirme mal; simplemente, me siento mal”. Pero esto no es así, y cuanto antes lo entiendas, antes llegarás al dominio de tu vida diaria.
Sí quieres sentirte mal; claro que te sentirás mal, de lo contrario no te sentirías mal... El secreto consiste en observar profundamente el momento para ver por qué quieres sentirte mal. La respuesta a esta pregunta abre las puertas de todo.
Lo repito: tú decides, y sólo tú decides, lo que significa algo para ti, y cómo vas a reaccionar a ello. Sin embargo, la mayoría de las personas toman esta decisión basándose en sentimientos, vivencias, interpretaciones y deseos pasados, o bien en temores, aprensiones, aspiraciones o deseos para el futuro. Nada de esto tiene nada que ver con lo que está pasando aquí mismo, ahora mismo.
La idea, que dejó clara con tanta brillantez Eckhart Tolle en "El poder del Ahora", es mantenerse en el momento. No «futurices» y no «pasadices». Yo he llegado a ver en mi propia vida el verdadero poder que se encierra en esto.
Cuando «vengo del ayer» suelo superponer sobre las cosas que están pasando ahora mismo unos significados que no se encuentran inherentemente en esas cosas, sino que yo los pongo allí a consecuencia de algún pensamiento previo, procedente de mi pasado, sobre las cosas o sobre algo semejante a ellas.
Cuando «vengo del mañana», superpongo sobre los sucesos de hoy una idea sobre algún futuro imaginado (y, habitualmente, sobre algún temor imaginado). Es posible que estas realidades futuras no se cumplan nunca (de hecho, mi vida me ha demostrado que rara vez se cumplen), pero lo que sí suelen hacer es echar a perder toda posibilidad que tuviera yo de beneficiarme al máximo de la vivencia del momento.
Sólo cuando salgo de mi pasado y cuando me mantengo apartado de mi futuro puedo vivir de verdad lo que está pasando aquí mismo, ahora mismo, dentro de ese mismo contexto: lo que está sucediendo verdaderamente en el momento presente. Y, libre de interpretaciones del pasado y del futuro, puedo asignar a ese suceso cualquier interpretación que desee.
Ésta ha sido la lección más liberadora que he aprendido en mi vida. Cuando la aprendí, comprendí por fin que mi vivencia de todo lo que sucede transcurre en mi mente. Puedo mirar los hechos cara a cara y elegir ser lo que yo quiera ser respecto de ellos. Puedo estar bien o puedo elegir no estar bien. Puedo estar feliz o puedo elegir estar infeliz. Puedo estar optimista o temeroso, poderoso o impotente, completo o incompleto, destrozado o reavivado.
La decisión es sólo mía. El significado de todo es el significado que yo le doy. Yo decido que soy, quien digo que soy, y mi vivencia es lo que yo digo que es.
Esto puede parecer un círculo vicioso, pero tiene su método. Yo decido cómo me voy a sentir respecto de las cosas, en vez de mirar a ver cómo me siento. Y elijo con mucho detenimiento mis reacciones a todo, en vez de esperar a contemplar mis propias reacciones como espectador, como si yo no fuera el actor principal de mi vida.
Esta es una de esas enseñanzas que, cuando se asimilan y se utilizan, pueden dar un giro total a nuestra vida.