Recuerdas cuando eras pequeño
y no querías hacer tu tarea?
Bueno, pues ahora que eres padre te
toca conseguir que tus hijos cumplan con ese deber escolar.
Muchos padres escuchan con
frecuencia frases como: “No quiero hacer la tarea” o “No me dejaron tarea” lo cual no es cierto. Ante esta situación, algunos padres
reaccionan con fuerza, mientras que otros no saben qué hacer… Pero; te has
preguntado porque era un verdadero martirio hacer la tarea?
Una de las muchas causas o razones
era la falta de ciertas normas para que viéramos esa obligación como algo
natural y nada complicado. Si es que hubiésemos aplicado estos 10 tips que
mencionare continuación, los cuales sirven para que esa responsabilidad sea algo natural
por así decirlo, y porque no; hasta gratificante para nosotros (en esos años), pero que ahora nos servirán para aplicarlos en nuestros hijos.
1. Establecer un sitio
apropiado para hacer sus tareas.
No tiene por qué ser en un
escritorio o en su habitación, pero sí debe respetarse que sea siempre el
mismo, que esté bien iluminado y que allí el niño tenga acceso a todo lo
necesario para realizar sus tareas. También, que sea un lugar sin
distracciones, que le permita concentrarse y que, con el paso del tiempo, se
llegue a asociar con el estudio. Es clave que, mientras se dedica a sus
deberes, el pequeño no tenga acceso ni al teléfono ni a la televisión.
2. Fijar un momento del día.
Al igual que con el lugar,
también hay libertad para optar por cuál será el momento dedicado a los
deberes. Pero una vez elegido, se debe cumplir. Esto contribuye a crear hábitos
de estudio y disciplina, y también ayuda a evitar discusiones; cuando llega la
hora, toca hacer la tarea. Lo más recomendable es que sea temprano, después de
un rato de distracción tras volver de la escuela. Cuanto más tarde se haga, el
niño estará más cansado y tendrá menos ganas, le costará más y los resultados
serán peores.
3. Si se establecen reglas y
horarios ser firmes en su cumplimiento.
Este punto está muy
relacionado con los dos anteriores. No quiere decir que haya que ser
inflexibles de un modo radical, pero sí que se note que, cuando no se cumple
con un horario, se trata de una excepción.
4. Acompañar a los niños
mientras hacen las tareas.
Acompañarlos significa estar
cerca de ellos, pero no encima, ni mucho menos “hacerles” la tarea. Dejar que
los niños realicen sus actividades del modo más independiente posible es una
forma de reconocer su autonomía, su inteligencia y su capacidad de hacer las
cosas por sí mismos, aunque no salgan perfectas. Esta actitud les ayuda mucho
en el aprendizaje de gestión de sus responsabilidades y fortalece su
autoestima.
5. Predicar con el ejemplo.
Esto es muy positivo, que el
adulto siempre que sea posible, haga sus propios “deberes” a la vista del niño,
mientras este hace los suyo: cálculos relacionados con la economía hogareña,
revisión de facturas u otros papeles, leer un libro, etc. Será una motivación
extra por dos motivos: por un lado, porque los pequeños siempre intentan
parecerse a sus mayores, y por otro, porque es una excelente manera de
demostrarles que lo que aprenden ahora les servirá para su vida en el futuro.
6. Estar atentos para ayudar,
sobre todo si el niño tiene problemas con la tarea.
La manera, por supuesto, no
es hacer la actividad por él, sino darle alguna pista para acercarlo a la
solución correcta. Otra posibilidad, si el pequeño está estresado debido a la
dificultad de los deberes, es darle un respiro: que se tome un recreo para
despejar la mente y vuelva a intentarlo.
7. Más que enseñar, dar
instrumentos para pensar.
En muchas ocasiones los
mayores podrán aclarar las dudas de los estudiantes, pero tal vez no siempre
puedan hacerlo. En tales casos, no hay que agobiarse: el rol de los padres es
acompañar a los hijos y proporcionarles ideas, instrumentos para pensar y
buscar alternativas. No es conveniente regañarlos por no haber resuelto las
dudas en la clase, sino alentarlos para que en la siguiente no olviden hacerlo.
8. Revisar la tarea
terminada.
Esto no sólo supone una
primera instancia de corrección, sino también una demostración de interés por
parte del adulto hacia las actividades del pequeño, lo que para el menor
resulta fundamental por la motivación que representa. La revisión siempre debe
comenzar por destacar lo positivo: las cosas que el niño ha hecho bien, los
avances y mejoras que se detecten, etc. Esto será tomado por el estudiante como
un reconocimiento por su trabajo y lo animará a seguir adelante. Después sí
será momento de mencionar los errores o fallos cometidos, sin dramatismos ni
exageraciones. Por graves que sean, son faltas que se pueden corregir y forman
parte del proceso de aprendizaje.
9. Evitar las “recompensas”
por hacer la tarea.
Una cosa es la motivación y
otra la promesa de un premio a cambio de que el niño haga sus tareas. Con una
oferta de este tipo, se corre el riesgo de que la situación se desnaturalice y
el pretendido premio se convierta en una especie de “soborno”. Lo más apropiado
es que las motivaciones y los incentivos sean de otra clase.
10. Hablar de los deberes
escolares con términos positivos.
La connotación de las palabras es fundamental en este
sentido: si los padres se refieren a los deberes con expresiones que lo
presentan como un castigo, algo malo o aburrido, seguro que los niños los
vivirán de esa manera. Por eso siempre lo adecuado es que, cuando se hable de
las tareas, se haga con palabras “buenas”, que destaquen lo mucho que el niño
aprenderá, para qué le servirá en el futuro, lo interesantes que pueden ser los
conocimientos, etc.